Tú no sabes cómo reflexionar.
(chance y sí pero cómprame el drama)
No es tu culpa. No te preocupes. Nadie realmente sabe.
El trip de hoy: hoy en 10 minutos o menos vamos a explorar:
Por qué nos cuesta tanto trabajo reflexionar
La ecuación de la reflexión existencial
7 tips para hackear tu cerebro y re-aprender a reflexionar
La semana pasada le entramos al primer “cómo” de la ecuación para encontrar tu Gran Para Que, cómo “vivir”.
Gran Para Qué = vivir + reflexionar + intuir
Aquí puedes refrescar tu memoria.
Hoy le vamos a entrar al segundo “cómo” de la ecuación: cómo “reflexionar existencialmente”.
Acuérdense que según la ecuación, tuve que deliberadamente y disciplinadamente escoger reflexionar sobre lo que me permití vivir.
La meta era reflexionar lo suficiente para lograr vivir en un estado de reflexión perenne donde para reflexionar ya no necesitara parar todo y apartarme, sino vivir constantemente reflexionando, en automático, en el background.
Suena a bullshit. Entiendo. Pero sí es posible. No todo el tiempo, pero sí es un switch que puedes aprender a prender y apagar.
¿Cómo le hice?
Antes de hablar sobre cómo poder reflexionar, tenemos que primero entender por qué reflexionar nos cuesta tanto trabajo.
Tu cerebro no está diseñado para reflexionar. Por eso no es fácil ni intuitivo.
Se estima que el cerebro procesa 11 millones de estímulos cada segundo. El cerebro no tiene la capacidad de procesar toda esta información de manera consciente, entonces la gran mayoría la procesa de manera inconsciente.
Por eso somos animales rutinarios y hasta robóticos guiados por la inercia. La gran mayoría de nuestras actividades las realizamos en piloto automático para librarle el ancho de banda al cerebro que necesita para procesar las realmente esenciales.
Somos literalmente un iceberg donde sólo procesamos el 10% de nuestra experiencia humana, dejando el 90% debajo del agua.
En la superficie están nuestros comportamientos visibles y los eventos. Aquí podemos responder la pregunta:
“¿Qué está pasando?”
Debajo de la superficie están nuestras estructuras, sistemas, paradigmas de pensamiento, y la fuente y origen de todo lo que somos, pensamos y hacemos. Aquí podemos responder las preguntas:
“¿Qué hábitos se están acumulando?”
“¿Cómo se relacionan los patrones con los eventos?”
“¿Qué valores y creencias moldean el sistema?”
Etc ad nauseam…
Por default vives el 10% de tu vida en un estado de conciencia y 90% en un estado de inconsciencia
Fuck.
Por eso nadie reflexiona. Por eso la conciencia sale muy cara y tiene un mercado muy chiquito.
Para un segundo y reconoce esa realidad. Deja que te asuste y traume un poquito. Dale la importancia que merece.
Ahora sí, ya que reconociste tu handicap, puedes forzar tu cerebro a reflexionar, re-educándolo.
Cómo decía nuestro amigo Sócrates…
La reflexión es la herramienta que te permite hackear los porcentajes y convertir más de lo inconsciente en consciente.
Para hackear tu cerebro, tienes que conscientemente crear hábitos sagrados de reflexión deliberada.
Ya tenemos otra ecuación…
Reflexión existencial = hábitos + sagrados + deliberados
Hay tres palabras claves: “hábitos”, “sagrados” y “deliberada”.
Esto significa que lo que sea que decidas hacer, lo tienes que practicar de manera decidida, rutinaria, no-negociable y religiosa.
Estas son las 7 cosas que yo practico para bajarle el agua al iceberg:
1. Coaching
Tuve la bendita fortuna de tener una mamá coach que además es coach profesional. Si tu mamá no es coach o no puedes convencerla a convertirse en coach, quizá quieras invertir en coaching profesional.
Toda mi vida mi mamá me forzó a reflexionar. En mi casa todo lo que pensaba, decía, planeaba y hacía se enfrentaba a una serie de preguntas cómo: “
“¿por qué quieres hacerlo?”
“¿qué realmente estás buscando?”
“¿eso es realmente lo que está pasando?”
El coaching es muy socrático por diseño: el coach te hace muchas preguntas para que tú encuentres las respuestas. El back-and-forth inquisitivo te ayuda a acceder a niveles mucho más profundos de conocimiento.
Mi mamá normalizó la reflexión excesiva, y nunca me cobró, bendita sea.
No necesitas un coach para lograrlo, puedes coachearte a ti mismo, pero si ayuda mucho para empezar a trabajar el músculo con las herramientas correctas.
2. Baño de vapor
Dos veces por semana me doy una sesión de vapor de aproximadamente 1 hora donde lo único que hago es reflexionar. Examino mi semana, planeo mi siguiente semana, toco base conmigo mismo y llego a los hallazgos más profundos que he tenido en mi vida.
Llevo haciendo esto desde que tenía 15 años. De hecho, mi essay para entrar a college se llamaba “one-on-one” y se trataba sobre mis sesiones de vapor.
3. Caminar
Diario salgo a caminar con mis perros o bebés. No platico, ni escucho música, ni podcasts. Estoy en silencio, conectando conmigo mismo y reflexionando.
4. Ir al cine solo
Por muchos años iba religiosamente una vez por semana solo al cine. Lo que busco es aprender, no entretenerme. Escojo películas viscerales, retadoras. Me encanta pedirme un bote de palomitas enormes y conscientemente reconocer cuando cada una entra a mi boca. Escucho cuando la mastico. Es una experiencia de meditación activa deliciosa. Cuando salgo me mando un voicenote con los aprendizajes y reflexiones.
5. Llamadas trascendentales
Por lo menos una vez por semana, le llamo a mis “usual suspects” para trippearnos a gusto y platicar. Son personas con las que entro de inmediato a lo profundo, hablamos de lo trascendental, compartimos insights existenciales y nos elevamos en reflexion comunal.
6. Leer poesía y filosofía
Diario leo un poquito de Rumi, Hafez, los pro-socráticos, los estoicos, los existencialistas y demás. La poesía es un ejercicio de reflexión expansiva, donde un par de líneas pueden abrirte mundos de exploración increíble.
7. Escribir
Diario escribo en linkedin, una vez a la semana escribo este newsletter, una vez cada dos meses una columna para Mexico Business News, una vez a la semana un blog para Startup Istanbul y diario en las noches, escribo mi reflexión del día. No planeo lo que escribo ni lo estructuro, simplemente reflexiono unos minutos en silencio hasta que surja un tema y fluyo. Es una actividad que sana ya que canalizo y documento lo que reflexiono.
Perdón si esperabas secretos milenarios.
Nada de lo que hago es difícil, ni único, ni particularmente especial. Es bastante normal. Salvo ganarme la lotería de la mamá coach…
La diferencia no está en qué hago, la diferencia está en la intención con la que lo hago y el nivel de compromiso que tengo con hacerlo.
Ahí está la magia.
Lo que me funcionó a mi, chance no te funciona a ti. El chiste es que descubras tus actividades y tengas la disciplina necesaria para convertirlas en hábitos.
Hagas lo que hagas, agéndalo, ponlo en tu calendario y comprométete a crear hábitos sagrados de reflexión deliberada que vivas de manera decidida, rutinaria, no-negociable y religiosa.
La siguiente semana le vamos a entrar al tercer “cómo” de la ecuación: cómo intuir.
Happy trippin.